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Silencio, se cierra

Nada bueno sucede después de las dos de la mañana. Apenas faltan 20 minutos para las 2 de la mañana y no, este post no augura nada bueno.

Empecé este blog con ilusión, para mezclar dos de mis pasiones, la literatura y los juegos. Sin embargo cada vez juego menos y, digamos, he perdido gran parte de la ilusión que tenía cuando empecé.

Se ha hecho tan difícil proponer un juego al que me apetece jugar y que finalmente se juegue que he optado por la posición pasiva, esperar a que me propongan juegos, confiar en que sean los que más me apetecen y tirar para adelante. A veces sigo intentándolo, ya sabéis, lo de proponer juegos yo, pero tengo igual éxito que cuando pido que se me acompañe al cine, que cuando quiero que se apunten conmigo a una excursión, que cuando me gustaría que fueran conmigo a un viaje o a una boda.

Cada vez me resulta más difícil pedir, y es muy frustrante. No hay un grupo regular de juego en mi ciudad y el que teníamos se ha vuelto un grupo de trabajo. Con lo cual no tiene mucho sentido seguir escribiendo acá.

Seguiré jugando, pues me gusta jugar, seguiré leyendo lo que escribís y escuchando vuestros podcast. Tal vez un día me anime a escribir otro blog, sin los tintes oscuros de éste, sin tantas pérdidas. Hasta entonces, gracias a todos por vuestro tiempo, vuestro apoyo y vuestro cariño.

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Cuando todos son buenos

Dejar de jugar. No hay tiempo, ya sabéis, demasiadas cosas. Se acumula el trabajo, las clases, los proyectos, lo que tenía que haber terminado hace tiempo y lo que empiezo, a pesar de que no he terminado lo anterior.

Habría que jugar siempre, contra viento y marea, ponerse serios con eso, porque es un tema muy serio. Se ven las cosas de otra manera con cartas en la mano y sí, ahora más que nunca, hay que ver las cosas de otra manera.

Por un momento pensé que el Table Top Day pasaría por casa sin pena ni gloria, que nos pillaría a M. y a mí atareados, con la casa desastre y el ordenador a toda máquina, de mal humor, sin tiempo. Por un momento creí que la rutina vencería a las celebraciones y el Papá Noel de los juegos pasaría de largo de nuestra chimenea como pasa de largo de las chimeneas de los niños malos o pobres.

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Ser mentiroso y cruel también es un arte

Pero no, tranquilos, no fue así. Por algún raro milagro conseguimos quedar por fin con Farko y Fayzah para echar la tarde del domingo con unos cuantos juegos, y por otro raro milagro también se vino Khristo y su chica, que no había jugado a nada en su vida y que casi se levanta de la mesa con el Coup (última vez que lo intento sacar con neófitos en el tema, dos de dos fracasos), pero que poco a poco se calmó y fue cogiéndole el gusto gracias al Dixit y al Fauna. Es bueno tener juegos amables, juegos que no requieran de la traición y el engaño, juegos bonitos, de dulces sueños, que despiertan lo más limpio del instinto y no lo más brutal. A estos dos les tengo especial cariño, porque me han logrado regalar grandes sesiones de juego con gente no especialmente predispuesta. En el Dixit quedé a unos pocos puntos de la gloria, que fue a parar a manos de M., en el Fauna ni siquiera me acerqué a la recta final; Khristo logró vencernos con un último bichus mexicanus 1 región. En el Coup Fayzah fue quien me dio el último golpe de gracia, en un duelo final entre mujeres exento de golpes bajos.

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El conejito negro, pagando caro su lirismo.

El conejito negro de Khristo quedó innegablemente rezagado, preso del gusto de su dueño por las ideas fantasiosas y las metáforas oscuras. Sé que dicen que en el Dixit no hay que ser muy obvio, pero con 6 jugadores o más, lo de ser obvio suele dar mejor resultado que ser críptico: siempre hay alguien que saca una carta más obvia aún que la tuya o un despistado que vota según criterios difíciles de seguir para el razonamiento humano.

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El animal que lo pesaba todo y lo medía todo

Un compromiso social nos dejó con 2 jugadores menos. Quedamos Fayzah, Farko, M. y yo. De toda la ludoteca eligieron el juego al que habíamos intentado echar una partida la noche anterior (el verdadero table top day) con poca paciencia y resultados funestos: me quedé a mitad de leer las reglas y no, no sabía jugar.

Le eche un vistazo a lo que me quedaba de las reglas, montamos el segundo escenario y allá fuimos, al interior de la mazmorra de Super Fantasy. Gracias al cielo estaba Farko, que es capaz de abalanzarse sobre el manual como un águila y encontrar lo que busca en unos pocos segundos, amén de recordarlo después. Normalmente una está sola, nadie quiere tocar el libro de reglas como si transmitiera alguna enfermedad incurable y tal es su aversión a este pequeño objeto que un «¿quieres leerlo tú?» basta para zanjar cualquier discusión.

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Los monstruos aguardan.

Pues bien, a medida que íbamos jugando nos dábamos cuenta de todas las cosas que hacíamos mal. Siempre aparecía alguna característica de la habitación, del monstruo, del juego en sí que se nos había pasado por alto, o simplemente habíamos supuesto demasiado y nadie logra descubrir la verdad si empieza a suponer. Conseguimos vencer pero no, no lo hicimos bien, nos equivocamos a nuestro favor (la manera bonita de decir «hicimos trampas») demasiadas veces como para juzgar el nivel de dificultad/diversión del juego. Es un juego donde no hay malo. O sí. Sí que hay malo, pero el malo es invisible. El malo es el propio juego. Tú tienes que darte cuenta de las acciones y tirar y comprobar y moverte y volver a comprobar y atacar. Hay pequeños mecanismos para intentar suplir la ausencia del malo y ¿sabéis qué? siento deciros que no hay nada en este mundo que pueda sustituir a un malo, uno real, uno que se devane los sesos y se mueva hacia ti y tenga sus absurdos y maquiavélicos planes. Sí. ¿Por qué no? Un malo como yo, al que disfrutar venciendo, viendo morder el polvo, con los ojos a punto de las lágrimas, no de pena sino de impotencia. Ninguna mecánica puede sustituirlo.

La maldad, señores, la maldad hay que saberla administrar con calma. No se puede sacar un coup y pedirle a gente, a gente buena y normal que sea mala. No está bien hacer eso. Es cruel. Pero tú sí lo sabes, sabes que el mal está ahí, que vive en tu interior lo mismo que en los otros interiores, más o menos oculto, más o menos listo para actuar. De vez en cuando alguien tiene que vestirse los ropajes pesados y negros, la capa hasta los pies, el cetro de oro, la corona con cuernos, la risa punzante. Prepárense, niños inocentes con pesadillas antiguas, hombres y mujeres de bien, amigos fieles. Prepárense porque esta vez se han librado, esta vez han jugado sólo los buenos, pero no será así siempre. Sin malos, sin perversos, sin traidores y crueles, los buenos dejarían de tener sentido.

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